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Historia de los orígenes de los tártaros y de la destrucción de Bujara y otros lugares

Tankiz Khan era herrero en el país de Jita (China del norte, donde se encontraba el reino de los Khitan). Tenía un alma generosa, cuerpo vigoroso y era de gran talla; reunía a las gentes y les daba de comer. Más tarde un grupo de ellos se congregó a su alrededor y le eligieron como jefe. Se adueñó de su país y acreció su poder aumentando inmensamente sus fuerzas. Venció al rey de Jita, después al rey de la China y sus tropas se incrementaron considerablemente. Conquistó el país de Khotan, el de Kashgar y el de al-Maliq. Yalal ad-Din Sinyar b. Juwarizm Sáh era rey de Juwarizm, del Jurásán y de Transoxiana y disponía de grandes fuerzas. Tankiz le temía y se guardaba de atacarle, sin mostrarse hostil contra él. Sucedió que Tankiz envió mercaderes con productos de la China y de Jita, tales como tejidos de seda y otros, a la ciudad de Utrar, última plaza de los estados de Yalál ad-Din. El lugarteniente del príncipe de Utar le anunció la llegada de estos mercaderes y le mandó preguntar qué conducta debía seguir con ellos. El rey le escribió que se apoderase de sus riquezas y les impusiese un escarmiento ejemplar: mutilarlos y enviarlos después a su país, pues Dios había decidido mortificar y probar a los habitantes de los países de Oriente inspirándoles una decisión imprudente, un deseo maligno y de mal augurio.
Cuando el lugarteniente del príncipe de Utrar hubo hecho esto, Tankiz, al frente de un numeroso ejército, se aprestó a invadir los países musulmanes. Dicho gobernador, al recibir noticia de tales movimientos, envió espías que le trajesen informaciones del enemigo. Se cuenta que uno de ellos entró en la almahala de un emir disfrazado de mendigo, no encontrando a nadie que le diera de comer. Se detuvo al lado de un hombre y no vio que llevase consigo provisiones y no le socorrió con nada. Al atardecer, el tártaro cogió unas tripas secas que tenía, las humedeció con agua, sangró a su caballo y llenó las tripas con la sangre que manaba de la herida. Las ató y asó y ésta fue toda su comida. El espía regresó a Utrar e informó al kugarteniente del príncipe de lo que viera, notificándole que no había nadie capaz de enfrentárseles. El gobernador pidió ayuda al rey Yalal ad-Din, que le mandó un ejército de sesenta mil hombres, sin contar las tropas que ya tenía. En la batalla Tankiz les derrotó; entró al asalto en la ciudad de Utrar, matando a los hombres y haciendo prisioneros a los niños. Yalal ad-Din se dirigió en persona contra él, entablándose combates tan sangrientos como no se vieran nunca en el Islam. Finalmente, Tankiz se apoderó de Ma wara’ an-nahr, destruyó Bujara, Samarcanda y Termed; atravesé el río Yayhün dirigiéndose hacia Balkh, a la que expugnó. Después marchó sobre Bamiyan, que tomó igualmente y avanzó por fin hasta el Jurásan y el Iraq. Los musulmanes se alzaron contra él en Balkh y Ma wara’ an-nahr. Volvió contra ellos y entró en Balkh a degüello, no saliendo de allí hasta haberla convertido en un montón de ruinas. Lo mismo hizo en Termed. Esta ciudad fue devastada y nunca volvió a resurgir desde entonces, construyéndose después a dos millas de allí otra a la que hoy llaman Termed. Tankiz pasó a cuchillo a la gente de Bamiyan y la destruyó por completo, excepto el alminar de su mezquita aljama. Perdonó a los habitantes de Bujará y Samarcanda y regresó al Iraq.
El poder de los tártaros siguió en aumento hasta el punto de que entraron por las armas en la capital del Islam, sede del califato, Bagdad, y degollaron al califa al-Mustasim Bi-lláh el abbasida, ¡Dios se apiade de él!
Dice lbn Yuzayy: «Nuestro jeque, el cadí supremo Abü l-Barakát, hijo del peregrino, nos cuenta: "Oí decir lo siguiente al predicador Abü Abdalláh b. Rasid: ‘Me encontré en La Meca a Nür ad-Din b. az-Zayayy, uno de los sabios del Iraq, acompañado de un sobrino suyo. Estuvimos conversando y él me dijo: ‘Murieron en el desastre de los tártaros, en el Iraq, veinticuatro mil ulemas. No quedamos más que yo y este hombre, señalando a su sobrino’».